Los Heraldos negros
Autor:
César A. Vallejo Mendoza
Hay
golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son
pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son
las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el
hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve
los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay
golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Blasón
Autor: José Santos Chocano
Soy el cantor de América
autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto
un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con vaivén pausado de hamaca tropical…
Cuando me siento inca, le rindo vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.
Desde el destierro
Autor:
José Federico Barreto Bustios
De mi suelo natal estoy proscrito
y al verme aquí, tan lejos de mis lares
La indignación ahoga mis pesares
y en lugar de una queja, lanzo un grito.
¿Cuál fue, decid, mi crimen inaudito?
¿Adorar a mi patria en sus altares?
¿Consagrarle mi brazo y mis cantares?
¡Pues hónrame la pena y el delito!
¡Madre Tacna, soporta tu tormento
con el valor del mártir en la hoguera!
¡Muéstrate grande hasta el postrer momento!
Fija está en
ti la humanidad entera
sufre ¡pero no lances un lamento!
muere ¡Pero no cambies de bandera!
Himno al árbol
Autor:
José Santos Chocano
Árbol
que tiendes hacia las nubes
en
un ejemplo de elevación;
subir
quisiera como tú subes
y
abrir las ramas de mi canción
Diría
entonces que el alma mía
sólo
es un árbol hecho de amor,
que
da a los vientos su poesía
como
pudiese dar una flor.
Diría
entonces que el sol me ama,
pues
si soy árbol mi padre es él;
y
que en mí, siempre su viva llama
de
verso en verso, de rama en rama,
va
elaborando frutos de miel.
Pájaro
errante: te daré nido.
Trémulo
anciano: toma un bordón.
Romero:
puedes dormir tendido
bajo
la sombra que me ha salido
de
lo más hondo del corazón.
Yo
soy el árbol que habla: El del cuento,
árbol
florido: ¿No eres feliz?
como
tú sube mi pensamiento;
y
si sus flores arroja al viento,
es
en su tierra que echa raíz.
La magnolia
Autor:
José Santos Chocano
En
el bosque, de aromas y de músicas lleno,
la
magnolia florece delicada y ligera,
cual
vellón que en las zarpas enredado estuviera,
o
cual copo de espuma sobre lago sereno.
Es un ánfora digna de un
artífice heleno,
un marmóreo prodigio de
la Clásica Era:
y destaca su fina
redondez a manera
de una dama que luce
descotado su seno.
No
se sabe si es perla, ni se sabe si es llanto.
Hay
entre ella y la luna cierta historia de encanto,
en
la que una paloma pierde acaso la vida:
porque
es pura y es blanca y es graciosa y es leve,
como
un rayo de luna que se cuaja en la nieve,
o
como una paloma que se queda dormida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario